Los médicos de familia se encuentran con frecuencia con pacientes con bultos en el cuello. Las causas son numerosas, pero en el adulto el origen suele ser un ganglio linfático, la mayoría de los cuales son malignos. El manejo inadecuado a menudo puede conducir a un resultado muy pobre. Por lo tanto, las investigaciones pertinentes deben elegirse correctamente. El riesgo de que una protuberancia en el cuello sea maligna depende principalmente de la edad, el sexo masculino y el consumo de alcohol y tabaco, y en menor medida de los antecedentes familiares de neoplasias malignas en la cabeza y el cuello. La historia clínica cuidadosa busca síntomas como disfagia, dolor, disfonía, otalgia o pérdida de peso. En el examen físico, se describe la ubicación, el tamaño, la consistencia y la movilidad de la masa. Se realiza una inspección cuidadosa del cuero cabelludo, la piel de la cara y la superficie de la mucosa del tracto aerodigestivo superior, seguida de palpación. Si no se identifica ninguna lesión inflamatoria o tumoral, el siguiente paso es realizar una biopsia por aspiración con aguja fina de la masa del cuello que, en la mayoría de los casos, conducirá a un diagnóstico definitivo. Cuando este no es el caso, se debe obtener una consulta de otorrinolaringología y una biopsia por escisión.