Hay dos tipos de personas en el mundo: aquellos que saben lo que quieren comer en un restaurante tan pronto como se han sentado, y aquellos que no pueden pedir un sándwich sin 10 minutos de tramado. El primer grupo a menudo encuentra que el segundo es exasperante: ¿por qué no pueden decidirse ya?! Los del último grupo, mientras tanto, generalmente ven al primer grupo como desconcertantemente imprudente. ¿Cómo es posible que tengan tanta confianza en sus decisiones?
A menudo, este tipo de indecisión está vinculada a la abundancia de opciones. Cuantas más opciones tengamos, más probabilidades tendremos de sentirnos confundidos y abrumados ante la perspectiva de tomar la decisión equivocada. Y una vez que hayamos pedido nuestro sushi/ensalada/filete, es probable que nos sintamos arrepentidos, porque nos atormenta la idea de las muchas, muchas comidas que podrían haber sido.
Este fenómeno se conoce como» sobrecarga de elección», un término introducido por primera vez por el escritor Alvin Toffer en los años setenta. A menudo lo vemos en acción en los restaurantes, pero no solo se aplica a la comida: también podemos experimentar una sobrecarga de opciones cuando tratamos de establecernos en una carrera profesional o al elegir entre varias parejas románticas. En los últimos años, la idea ha sido explorada por muchos psicólogos, en particular Barry Schwartz en su influyente libro de 2004 The Paradox of Choice.