Resumen
Durante la última mitad del siglo XX, la democracia se convirtió en el único juego legítimo en la ciudad. El mundo fue testigo de una expansión extraordinaria y sin precedentes del número de democracias, como resultado de la tercera ola de democratización. Por supuesto, no todos los países han completado y consolidado su transición a la democracia, y todavía hay un número considerable de países que ni siquiera han comenzado a hacer su transición a la democracia. Más allá de Occidente, el proceso de democratización ha demostrado ser más difícil de lo esperado. Además, el mundo está cambiando actualmente de maneras que, según muchos observadores, plantean nuevas amenazas a las democracias ya establecidas. En contraste con el optimismo de principios de la década de 1990, cuando algunos observadores anunciaban un «fin de la historia» que sellaría definitivamente la victoria de la democracia liberal en todo el mundo, una evaluación realista del estado de la democracia actual debe admitir que los regímenes democráticos se enfrentan a numerosos desafíos que amenazan con socavar su propia legitimidad. Contrariamente a las predicciones de los optimistas, la caída del Muro de Berlín y el triunfo de la democracia que simbolizaba han dado paso a un grave malestar político en casi todas partes de Occidente. Hoy en día, los ciudadanos de las democracias occidentales están cada vez más desilusionados con sus líderes e instituciones. Esta desilusión se expresa, por ejemplo, en la disminución de los niveles electorales o en la creciente movilización populista en Europa occidental y los Estados Unidos.