El famoso Gran Puerto cartaginés era un depósito de agua artificial protegido. En la antigüedad, este tipo de puertos se llamaba del griego cothon («recipiente para beber»). Este tipo de construcciones se construyeron especialmente en tierras controladas por los fenicios, por ejemplo, Sicilia o Chipre.
El Gran Puerto de Cartago consistía en un puerto comercial rectangular conectado a un puerto militar interno vigilado. La sección protegida del puerto era circular y estaba rodeada por un anillo exterior de estructuras en el que atracaban barcos que requerían mantenimiento. En medio del agua, había una isla a la que también desembarcaron barcos. El puerto estaba equipado con gradas, después de lo cual los barcos se liberaban al agua.
Naturalmente, el puerto tenía talleres y almacenes en los que se almacenaban remos, aparejos, madera o lona. Además, en la isla en el centro de la cuenca había una estructura especial, más alta, desde la que el almirante principal podía observar todo el Puerto y el mar.
Appian de Alejandría estimó que la parte militar del Puerto podía acomodar hasta 220 barcos militares. Ambos puertos estaban rodeados por un muro exterior, y la entrada principal del puerto podía estar bloqueada por cadenas de hierro en caso de emergencia.
El puerto de Cartago describe a Appiano de la siguiente manera:
Los puertos tenían comunicación entre sí, y una entrada común desde el mar de setenta pies de ancho, que podía cerrarse con cadenas de hierro. El primer puerto era para buques mercantes, y aquí se recogían todo tipo de embarcaciones* aparejos. Dentro del segundo puerto había una isla que, junto con el propio puerto, estaba rodeada por altos terraplenes. Estos terraplenes estaban llenos de astilleros con capacidad para 220 buques. Encima de ellos había revistas para sus aparejos y muebles. Dos columnas jónicas estaban frente a cada muelle, dando la apariencia de un pórtico continuo tanto al puerto como a la isla. En la isla se construyó la casa del almirante, desde donde el trum – peter daba señales, el heraldo daba órdenes, y el almirante mismo lo ignoraba todo. La isla yacía cerca de la entrada del puerto y se elevaba a una altura considerable, de modo que el almirante podía observar lo que ocurría en el mar, mientras que los que se acercaban por agua no podían obtener una vista clara de lo que ocurría en su interior. Ni siquiera los mercaderes que llegaban podían ver los muelles, porque un muro doble los encerraba, y había puertas por las que los barcos mercantes podían pasar desde el primer puerto a la ciudad sin atravesar los astilleros. Tal era la aparición de Cartago en ese momento.
– Appian de Alejandría, de la historia Romana, VIII 96