Aunque cientos de miles de pacientes buscan ayuda médica anualmente por trastornos del gusto y el olfato, relativamente pocos profesionales médicos prueban cuantitativamente la función quimiosensorial de sus pacientes, tomando sus quejas al pie de la letra. Claramente, este no es el enfoque que se paga a los pacientes que se quejan de problemas visuales, auditivos o de equilibrio. Las pruebas quimiosensoriales precisas son esenciales para establecer la naturaleza, el grado y la veracidad de la queja de un paciente, así como para ayudar en el asesoramiento y en el monitoreo de la eficacia de las estrategias y decisiones de tratamiento. En muchos casos, los pacientes perseveran en la pérdida quimiosensorial que una evaluación objetiva demuestra que se ha resuelto. En otros casos, los pacientes están engañando. Las pruebas olfativas son críticas no solo para establecer la validez y el grado de la disfunción quimiosensorial, sino también para ayudar a los pacientes a situar su disfunción en perspectiva con respecto a la función de su grupo de pares. Está bien establecido, por ejemplo, que la disfunción olfativa es la regla, y no la excepción, en los miembros de la población de edad avanzada. Es más, ahora es evidente que tal disfunción puede ser un signo temprano de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson. Es importante destacar que los anosmicos mayores tienen tres veces más probabilidades de morir en el transcurso de un período de cinco años que sus pares normósmicos, una situación que puede evitarse en algunos casos mediante un asesoramiento nutricional y de seguridad adecuado. Esta revisión proporciona al clínico, así como al investigador académico e industrial, una visión general de los medios disponibles para evaluar con precisión la función del olfato y el gusto, incluida información actualizada y datos normativos para avances en este campo.